Cómo reconocer una pseudociencia


Una pseudociencia es una creencia o proceso que se disfraza de ciencia en un intento de reclamar una legitimidad que de otra manera no podría alcanzar en sus propios términos. A menudo se la conoce como ciencia alternativa o marginal. El más importante de sus defectos suele ser la falta de experimentos cuidadosamente controlados e interpretados que proporcionan la base de las ciencias naturales y que contribuyen a su avance.

Una pseudociencia se parece más a una religión que a una verdadera ciencia. Con frecuencia se tiene una confianza ciega en los escritos o las palabras de su(s) fundador(es), no se avanza en el conocimiento ni se progresa en el desarrollo de los planteamientos iniciales y no se permite que se ponga a prueba ni que se someta al método científico. El pensamiento pseudocientífico se ha intentado explicar por la tendencia humana a buscar confirmación en vez de refutación, la de mantenerse aferrado en las creencias confortables y la de sobre generalizar. Las personas suelen realizar asociaciones en función de la apariencia y, a menudo, cometen errores en el pensamiento sobre causa y efecto.



¿Cómo se puede reconocer una pseudociencia? Lower (2013) presenta algunascaracterísticas de lo que es ciencia y pseudociencia que se pueden ver en la siguiente tabla:

Cómo reconocer una pseudociencia (adaptado de Lower, 2013)

Ciencia Pseudociencia Comentarios
El objetivo principal de la ciencia es lograr una comprensión más completa y unificada del mundo físico. Las pseudociencias son más propensas a ser impulsadas por objetivos ideológicos, culturales o comerciales. Algunos ejemplos de pseudociencias: la astrología, el creacionismo, la ufología, la frenología, el feng shui.
La mayoría de los campos científicos son objeto de intensas investigaciones que resultan en la expansión continua del conocimiento en la disciplina. El campo ha evolucionado muy poco desde que se estableció por primera vez. La pequeña cantidad de investigación y experimentación que se lleva a cabo generalmente se hace más para justificar la creencia que para extenderla. La búsqueda de nuevos conocimientos es la fuerza impulsora detrás de la evolución de cualquier campo científico. Casi todos los nuevos hallazgos plantean nuevas preguntas que impliquen exploración. Hay poca evidencia de esto en las pseudociencias.
Los que trabajan en el área habitualmente buscan contra ejemplos o hallazgos que parezcan ser inconsistentes con las teorías aceptadas. En las pseudociencias, un desafío al dogma aceptado a menudo se considera un acto hostil si no una herejía, y conduce a amargas disputas o incluso a cismas. Las ciencias avanzan acomodándose al cambio a medida que se obtiene nueva información. En ciencia, la persona que muestra que una creencia generalmente aceptada es incorrecta o incompleta es más probable que se la considereun héroe que un hereje.
Las observaciones o datos que no son consistentes con la comprensión científica actual, una vez que se ha demostrado que son creíbles, generan un intenso interés entre los científicos y estimulan estudios adicionales. Las observaciones o datos que no son consistentes con las creencias establecidas suelen ser ignorados o suprimidos de forma activa. ¿Se ha dado cuenta de que los auto denominados psíquicos siempre parecen ansiosos por anunciar sus predicciones para el nuevo año, pero nunca les gusta hablar de cuántas de las predicciones del año pasado fueron correctas?
La ciencia es un proceso en el que cada principio debe probarse en el crisol de la experiencia y está sujeto a ser cuestionado o rechazado en cualquier momento. Los principios fundamentales y aspectos primordiales del campo a menudo no son falsables y es poco probable que alguna vez se alteren o se muestren que están equivocados. Los entusiastas de la pseudociencia consideran, incorrectamente, la imposibilidad lógica de refutar un principio pseudocientífico como evidencia de su validez.
Las ideas y los conceptos científicos deben permanecer o desaparecer con base en sus propios méritos, en función del conocimiento existente y de las evidencias. Los conceptos pseudocientíficos suelen estar moldeados por egos y personalidades individuales, casi siempre por individuos que no están en contacto con la ciencia convencional. A menudo invocan la autoridad para su respaldo. ¿Alguna vez ha notado que es más probable que los defensores de las ideas pseudocientíficas enumeren todos los títulos que tienen o los famosos que les siguen? Sería interesante estudiar hasta qué punto la personalidad de los fundadores encajaría en una personalidad narcisista extrema.
Las explicaciones científicas deben expresarse en términos claros einequívocos. Las explicaciones pseudocientíficas suelen ser vagas y ambiguas, a menudo invocando términos científicos en contextos dudosos. Términos como «energía vibracional», «energía vital» o «energía cósmica» pueden sonar impresionantes, pero, en esencia, no tienen sentido.

La respuesta ordinaria de muchos científicos a las afirmaciones pseudocientíficas es simplemente reírse de ellas. Pero la mitología siempre ha sido una parte importante de la cultura humana, a menudo dando a las personas la ilusión de tener algún control directo sobre sus vidas. Esto puede llevar a que se conviertan en defensores de diversos tipos de curanderos de la salud, de estafas comerciales y de organizaciones de culto como, por ejemplo, la cienciología. Lo peor de todo es que pueden presionar a círculos políticos y educativos para que adopten sus ideologías.

Hoy día internet facilita como nunca a escépticos y descreídos de todos los signos la localización de la información que les interesa. Ya han pasado a la historia los tiempos en que un número restringido de instituciones poderosas –universidades de elite, enciclopedias, grandes organizaciones periodísticas– hacían las veces de filtros de la información científica. Internet ha democratizado la información, algo positivo en sí mismo, pero permite vivir en una «burbuja de filtros» en la que solo entra aquella información de la que el ocupante ya está convencido previamente (NationalGeographic, 2015).

Y desafortunadamente una gran parte de los jóvenes, y a veces delos no tan jóvenes, obtiene la mayor parte de su información, científica y no científica, exclusivamente a través de las redes sociales. En una manifestación reciente en un país de Latinoamérica contra los abusos de determinados medios de comunicación, como la prensa y la televisión, se podía leer una pancarta en la que se decía que ya no iban a creer a dichos medios, sino que actualmente se informaban por medio de las redes sociales (Google, YouTube, Facebook, Tik Tok, Twitter, Instagram), «donde la información da la vuelta almundo en segundos» (claro que no decían si esa información era verdadera o falsa, si un descerebrado la había publicado, o si determinadas corporaciones o gobiernos la habían puesto ahí).
Y la pancarta resaltaba la frase «Bienvenidos al siglo XXI» (señalando que quienes no se informan por esas redes sociales se han quedado en el pasado, que las noticias ahora las dan los «medios reales» en redes). Los «medios reales» son lógicamente los que los autores de la pancarta quieren que sean. Pero lo más triste de la noticia es que es real. Que hoy día la fuente de información de muchas personas se limita exclusivamente a las redes sociales. ¡Qué pena! En la época de la humanidad donde existe la mayor cantidad de información disponible públicamente es cuando la gente, en general, está más desinformada.

Por otra parte, el pensamiento científico debe aprenderse y no siempre se enseña como es debido, opina la geofísica Marcia McNutt, que en su día estuvo al frente del Servicio Geológico de Estados Unidos. Los alumnos acaban sus estudios creyendo que la ciencia es un catálogo de datos, no un método. Al método científico no llegamos de forma espontánea, pero, bien pensado, tampoco a la democracia. Durante la mayor parte de la historia de la humanidad no existieron ni lo uno ni lo otro. Nos dedicábamos a matarnos entre nosotros para subirnos a un trono, a rezar a algún dios de la lluvia y, por suerte o por desgracia, a hacer las cosas de manera muy parecida a como las hacían nuestros ancestros lejanos (National Geographic, 2015).


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