¿La esquizofrenia realmente es genética? ¿Hay estudios que confirmen esta hipótesis?


Una de las consecuencias de la pobre visión que aporta el concepto de esquizofrenia en la psiquiatría moderna es que, al tratarse de una enfermedad crónica e incapacitante de origen desconocido, la teoría de la herencia se postula como la gran valedora para explicar su etiología.
Pero, ¿La esquizofrenia tienen origenes geneticos?

 Es algo habitual en las psiquiatrías cuando en la ruta se encuentran escollos, icebergs o grandes marejadas. En la Antigüedad, ante lo incognoscible, uno preguntaba a los dioses. En la Modernidad, uno pregunta a la ciencia, en este caso a los genes, que es el lugar de la ciencia donde se está más cerca de la creación. Desde el principio, muchos autores aseguraron que había más predisposición a la enfermedad mental en las familias con algún miembro enfermo. Sin embargo, a pesar de lo que aseveran las opiniones dominantes, las pruebas de las que disponemos no nos sirven de mucho para hablar, ni de origen genético, ni de predisposición a la esquizofrenia. Es decir, en este caso, apelar a la genética es del mismo orden que apelar a la mitología.
Los estudios sobre la genética de la esquizofrenia presentan errores metodológicos de bulto. Entre ellos, destaca la falta de una definición precisa de la entidad, sobre la que los autores no acaban de ponerse nunca de acuerdo. Esto ha permitido plantear, en los estudios con gemelos, que si uno de ellos había sido diagnosticado de esquizofrenia, bastaba con que su hermano tuviera alguna idea rara para apelar a la concordancia en gemelos.


Por otra parte, el método de estudio de gemelos se basa en un supuesto fundamental, que de no ser cierto anularía cualquier estudio de este tipo. Dicho supuesto consiste en plantear que los gemelos monocigóticos y los dicigóticos comparten el mismo entorno. Sin embargo, este supuesto no es del todo fiable. Es muy probable, por el contrario, que el entorno de los gemelos monocigóticos sea más parecido que el de los dicigóticos, lo cual podría explicar las diferencias encontradas. Esto quiere decir que seguramente los genes de la esquizofrenia no sean más que la unidad de medida de las diferencias de ambientes entre unos y otros.
Por lo demás, los estudios de adopción también están plagados de errores metodológicos parecidos, como la ampliación considerable de la definición de la esquizofrenia hasta incluir «trastornos del espectro de la esquizofrenia no psicóticos». Como dice Jay Joseph, el hecho de que la esquizofrenia siga pensándose como un trastorno de base genética demuestra la poca capacidad crítica de la psiquiatría respecto a sus propias investigaciones. 

Por otro lado, hay otros estudiosos del tema, como Crow, que piensan que, al margen de las prevalencias, la esquizofrenia es el precio que ha pagado la especie humana por la especialización en el lenguaje. Asume que la lateralización de los hemisferios, por lo cual dedicamos una parte de un hemisferio cerebral al lenguaje, ha hecho que aparezca la esquizofrenia como resto. Como un resto atávico de otro tiempo sin lenguaje. Algo que, además, se transmitiría de manera genética. También existe otra rama de la investigación que aboga por la tesis de que la esquizofrenia se debe a una anomalía del desarrollo, o que es causada por una especie de síndrome de desconexión cerebral y éste puede ser alterado por múltiples causas, infecciones, virus, traumas, etc. 


Digamos que todas estas hipótesis configuran el contexto médico de la psiquiatría, que es en última instancia, lo que acaba transcendiendo al público general. El gran público está ávido de conocimientos emanados de la sagrada fuente de la ciencia. Conocimientos que vengan a dilapidar las preguntas sin contestar que de siempre ha arrastrado la locura. Sin embargo, por mucho que se haya investigado en este terreno, aún está todo en el ámbito de las hipótesis, no hay nada confirmado. El contexto biomédico no ha producido ningún resultado concluyente. No obstante, las noticias que trascienden suelen ser más bien las contrarias. Cada cierto tiempo nos llegan titulares del tipo «descubierta la causa de la esquizofrenia», «relacionan las infecciones intrauterinas y la esquizofrenia», «flora intestinal y esquizofrenia», «biomarcadores de la esquizofrenia», etc. 

Pero, cada vez se escucha menos cómo poder ayudar a que los pacientes puedan salir adelante con el drama por el que están pasando. Es decir, cómo hacer que el clínico sea alguien capaz de ayudar y no un simple testigo mudo cuando no un mero juez diagnosticador. 
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